Juan Javier Gómez Cazarín.
Creo que hoy lunes no es noticia lo que se vivió ayer en el Zócalo. Ya todo mundo está enterado del enorme éxito de la concentración de respaldo a nuestra Presidenta Claudia Sheinbaum.
Pero yo que estuve ahí, con un grupo de Veracruz que acompañó a la gobernadora Rocío Nahle, de todas maneras quiero platicarles el ambiente de verdadera fiesta que se vivió este domingo.
El encuentro de ayer en la Plaza de la República fue un enorme abrazo para la Presidenta. Fue un “gracias”, un “estamos muy orgullosos de ti” y un “cuentas con nosotras y nosotros”.
Aunque algunos medios quieran distraer con detalles insignificantes, lo cierto es que nuestra asamblea en el Zócalo fue una auténtica celebración a Claudia Sheinbaum y a su Presidencia.
¿Le mato un pollo? ¡Le mato una vaca! Lo que hizo negociando con Estados Unidos no fue cualquier cosa.
Cuando la Presidenta nos decía, hace algunas semanas, que nos calmáramos, que pensáramos con la mente fría, que no nos calentáramos a lo loco, ni nos dejáramos llevar por la desesperación, claramente sabía lo que decía.
Su estrategia de razonar con la cabeza y calcular bien sus jugadas, resultó a favor del interés nacional.
Ante la calumnia tan pasada de rosca de que fue objeto, algunos que yo conozco se habrían engallado de inmediato y habrían escupido veneno a lo loco -casi ni se les da-, llevándose por las patas a la economía de la que vivimos más de 100 millones de personas.
Y otra cosa igual de importante: todo esto lo hizo conservando intacta la dignidad nacional, sin arrodillarse, sin someterse, sin dejarse humillar, aclarando las calumnias, pero sin entrar al pleito.
Me parece que esos nervios de acero en momentos de crisis son muestra de un liderazgo a la altura de una estadista, que no se apanica, ni se deja provocar por las habladas al aire.
En resumen: México es un gran país y tiene ¡mucha Presidenta!